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jueves, 9 de agosto de 2007

Osadia con Respeto



Este mes de agosto, el próximo día lunes 27 hará 3 años después de aquel grave accidente de Buceo que sufrí exactamente el 27 de Agosto de 2004, aproximadamente a las 14,00 horas.

Después de 2 años de realizar inmersiones en Los Gigantes, al extremo sur de Tenerife, y por esas cosas de la vida, todo sucedió exactamente el que iba a ser el último día programado para realizar mi hija y yo nuestra última inmersión de aquel fatídico verano.

Hay momentos obscuros o al menos nebulosos en nuestras vidas. Y este fue uno de aquellos días. Al parecer todo estaba presumiblemente en mi contra. Dos días antes me quejé acerca de que el Oxigeno de mi botella sabía a rancio, era prácticamente irrespirable. Pero en aquel centro de buceo conocido como “Marina Los Gigantes”, situado en el mismísimo Puerto de Los Gigantes, todo era y es negligencia al respecto. Cosa de la que yo que vivía 4 plantas más arriba del edificio conocía bien. A lo largo de esos años (4) en los que viví allí, oí acerca de otros tantos accidentes cada cual más grave. Pero como somos animales de costumbre, me había acostumbrado a la bondad y gentileza de dos de los Instructores del Centro, no así de su regente que más bien era de carácter déspota, autosuficiente, materialista y egoísta. Aunque a veces solía tener algunos detalles, nunca sin perder la compostura e intereses personales. Cuando parecía que te estaba haciendo un favor, era falso. Nunca perdía su horizonte y frialdad calculada.

Allí realicé mi primer Curso PADI, en el Nivel Open Water Dive, con Exámen el 25 de Agosto de 2003. Después del Bautismo en el mar a orillas de los Acantilados de Los Gigantes, (lugar de ensueño, o como yo solía llamarle “Mi Pequeño Paraíso”), mi primera inmersión seria fue el 24 de Agosto de 2003, en el fondo marino conocido como “Barranco Seco”, con una duración de 35 minutos, a 22 metros de profundidad, con buena visibilidad y a una temperatura del agua de 23,5º. Utilicé una botella de 15 litros y un cinturón de 7 kilos. Como es lógico suponer, en mis primeras inmersiones (llegué a realizar 21), y siendo un principiante un poquito bruto y salvaje en estos menesteres, cometí algunos errores, sentí algunas molestias e incomodidades por las que no terminaba de sentirme a gusto. A veces por el control de flotabilidad, otras porque la botella se movía demasiado, o porque las gafas se me empañaban constantemente, etc., otro día preocupado de atender a mis compañeros antes de sumergirnos, me lancé al agua sin las aletas, y como había corriente, no vean Uds. donde fui a parar. Menos mal que me encontré con una zodiac en el camino que me rescató y llevó al lugar exacto para reparar mi error, calzar mis aletas y volver a empezar para reencontrarme con mis compañeros que ya llevaban 10 o 15 minutos en el fondo.

A los más expertos en la materia y/o profesionales, todo esto les causará risa. Porque si bien es cierto que con un buen asesoramiento por parte de tu Instructor, estos pequeños detalles son realmente insignificantes. Pero para eso hace falta caer en un Centro de Buceo serio.

Mis siguientes inmersiones me llevaron a: la “Cueva de los Cerebros” en Playa San Juan, “Robert Reef.” de Puerto Santiago, “Atlántida” (Rocas de Basalto), “Los Picachos” en la Baja de Alcalá, “Los Delfines”, “Berril Masca”, “Punta Blanca”, otras repetidas en Barranco Seco, etc..y siempre en una profundidad de entre 20 a 30 metros.

Aquel verano del 2004, había entusiasmado a mi hija Alba para que realizara el curso de buceo. Y así lo hizo. Como yo tenía deseos de que ella experimentara esa agradable sensación que se vive bajo el agua, en contacto con esa belleza submarina y sus habitantes, pero por alguna extraña razón a su vez yo sentía una determinada preocupación al respecto. No quería que le sucediese nada malo allí debajo, donde las sensaciones son totalmente diferentes a nuestra forma de vida en la tierra. Entonces rogué a Dios, a la Virgen María y al cielo que la protegiesen y que si algo malo tendría que ocurrir, “que fuese a mi y nunca jamás a ella”. Del mismo modo, decidí repetir yo también el curso y estar a su lado en todo momento, fuera y dentro del agua.

Así, de este modo, bajamos por primera vez para su bautismo y le grabé un video durante sus ejercicios y pruebas realizadas a unos 12 metros de profundidad. También tenemos fotos del momento. Ella como es habitual, no tuvo ningún problema, y por el contrario desde un principio adquirió el dominio de su equipo e instrucciones recibidas. Como yo antes ya había sufrido algunos percances, esto me llevaba a ser pesado y reincidente en advertirle acerca de lo que se debe y no hacer allí en ese mundo maravilloso, pero a su vez de gran riesgo para los humanos.

Juntos, y acompañados de diversos visitantes a la Isla, más el Instructor, nos pasamos todo el verano realizando inmersiones a razón de dos o tres veces por semana. Los Instructores estaban encantados con ella, porque decían que buceaba de maravilla. Se encontraba como “pez en el agua” y nunca mejor dicho. La verdad es que Alba sacó lo mejor de ambos padres (María Antonia y yo). Nos superó yo creo que en todo. Era muy pequeña cuando la convencí de tomar clases de piano, y aprendió perfectamente, luego con 6 o 7 años comenzó a montar y no importaba si estos eran grandes, medianos o pequeños. Montaba cualquier caballo tan bien, que incluso la querían preparar para Competir, a lo cual se negó y rotundamente un día me dijo.-Papá, a mi me gusta montar para disfrutar del caballo, pero no me interesa competir. Y como en el picadero, no dejaban de insistirle, un día dejó de ir y ya no volvió nunca más. Alba es una muy buena estudiante, deportista, buena hija y excelente persona. Acaba de cursar y aprobar su primer año de Arquitectura en la Universidad, tiene 19 años y es una bella y encantadora mujer. “Mi niña se ha hecho mujer”.

Aquella semana de agosto 2004, habíamos realizado una inmersión después de la cual me quejé del oxígeno de mi botella. Sabía muy raro y desagradable. En el centro como de costumbre, en vez de investigar se limitaron en encogerse de hombros, echarse las manos a la cabeza y exclamar: “¡Ah! Pues no sé a que te refieres”. Los días posteriores, estuvimos visitando diversas partes de la Isla como: Punta Teno, Garachico, Icod de los Vinos, La Laguna, Puerto de la Cruz, Taganana, etc. Hablé con Alba porque ese sería el último fin de semana de sus vacaciones en Tenerife. El lunes siguiente regresaría a Madrid con su Madre para proseguir con sus estudios. Teníamos la duda de si realizar nuestra última inmersión del verano el Viernes, Sábado o Domingo. Finalmente acordamos que sería el Viernes 27 de Agosto de 2004.

Éramos 9 buceadores, incluyendo a mi hija Alba y al Instructor. La inmersión, reza en mi pasaporte como realizada el 27 de agosto de 2004, Inmersión Nº 21, Duración 30 minutos, Profundidad: 24 metros, Visibilidad: Buena, Lugar: Los Picachos (Baja de Alcalá). Todo fue aparentemente correcto, y cuando comprobé que el oxígeno llegaba a su límite bajo el agua, señalé a mi instructor que comenzaría a realizar el ascenso. Nos hicimos las señales pertinentes, y me dirigí hacia el cabo de la zodiac y el ancla. Comencé a subir lentamente. Me sentía muy a gusto, tranquilo y relajado, realicé mi parada de descompresión a 5 metros y creo que estuve allí más tiempo que nunca. Pero sentía como que no quería salir del agua. Finalmente tuve que hacerlo porque mis compañeros ya comenzaban también a trepar por el cabo. Subí entonces a la superficie, me quité los plomos (4 kilos), el chaleco, los puse dentro de la zodiac y entonces subí. Mis compañeros empezaron uno a uno a aparecer por la superficie. Tal y como era mi costumbre comencé a subir las botellas de todos, incluyendo la de Alba, mi hija “of course”. Una vez todos instalados para el regreso, habrían pasado entre 7 a 10 minutos desde mi llegada comencé a sentir de pronto un fuerte dolor en mi tórax, y parte superior de ambos brazos. Parecía que toda la musculatura se desgarraba, o partía en líneas zigzagueantes como un rayo. Comenté a mi Instructor la situación, y este con cara de no saber de que hablaba, movía la cabeza sin saber que decir. Para mí era una sensación jamás antes vivida, y como suelo no asustarme, pero sí poner atención y trato de averiguar, me quité la parte superior del traje de neopreno, mientras el dolor subía en intensidad, así es que comencé a coger agua del mar con mis propias manos e intentaba refrescar mis zonas de dolor. El Instructor me dijo entonces: “Que raro, porque he observado que cada vez buceas mejor, y hoy especialmente lo has hecho muy bien”. ¿Hiciste la parada de descompresión correctamente? –agregó. Sí, respondí, por supuesto. Incluso yo mismo sentía que había mantenido todo el tiempo el control de la inmersión. De pronto comencé a sentir un calor intenso desde la cintura hacia abajo, mis piernas se dormían y poco a poco en segundos perdía mi coordinación neuro-muscular. Quise ponerme de pie y fue imposible. Mis piernas no respondían, estaban dormidas Prácticamente “muriendo”..

Lo que a continuación aconteció es demasiado extenso en detalles y quisiera solo resumirlo en los siguientes puntos: Negligencia total del Centro de Buceo, quienes aún sabiendo lo que debían o podrían haber hecho; NO HICIERON. Razones: Irresponsabilidad profesional, ambición económica desmedida, falta de humanidad, y en definitiva “Mala Gente”. *1

El Centro de Buceo se desentendió de mi situación, pretendiendo hacerme creer que mi accidente no tenía nada que ver con la Inmersión en si misma, sino más bien que esta obedecía a un pre-infarto. Me mandaron a casa puesto que vivía en el mismo edificio sobre ellos. A las 2 o 3 horas mi situación fue más crítica, entonces decidí ir al centro médico más cercano. Después de varias pruebas estos estimaron que debía recibir una sesión en la Cámara Hiperbárica. Llamaron entonces para pedir una ambulancia con indicaciones expresas para que me llevasen al Hospital Universitario (es el único que posee una vieja y destartalada cámara hiperbárica) al Norte de Tenerife, (a unos 100 kilometros de Los Gigantes) la Ambulancia llegó al menos hora y media más tarde. Entrevista otra vez, burocracia absurda mientras el paciente “muere”. Después de pasar toda esa casi insostenible charla, estos me meten en la ambulancia, asistido con oxigeno y agujas en la cabeza, tórax, etc... En el camino me preguntan acerca de que tipo de asistencia médica tengo. Y al percatarse de mi Sociedad Médica Privada, *2 estos deciden llevarme a “Hospiten”, un Hospital del Sur de Tenerife, en el cual me entretienen entre 2 a 3 horas más, me dejan en un habitáculo y durante al menos hora y media nadie viene a asistirme. Siento como mis piernas están perdiendo vida, y comienzo entonces en un esfuerzo desesperado a moverlas con mis manos de un lado a otro, tratando de mantener un poco de vida en ellas. Realizo ejercicios de respiración, control mental y me presiono ciertos puntos de acupresión. Finalmente me realizan una Gasometría, y vuelta a esperar otra hora al menos. ¿El problema?, la ambulancia se encontraba ocupada atendiendo otros accidentes de la zona. (Escasez de ambulancias y exceso de sucesos). Finalmente alguien viene y me comenta que están lavando la ambulancia impregnada de sangre del último conflicto callejero en Las Américas. Cuando ya por fin me meten en ella, y me conectan otra vez los cables y oxígeno; esta no arranca. Problema, se han quedado sin batería y no hay más ambulancias disponibles. Como dije antes, parece que aquel día todo estaba en mi contra.

Tardé 15 horas en llegar a la Cámara Hiperbárica, y por supuesto no respondí a las primeras 3 o 4, sesiones de descompresión, (recibí 15). Estuve en situación extremadamente grave varios días, después otros tantos en planta. Mis recuerdos y experiencias en planta os lo contaré en otra ocasión. Fueron acontecimientos que solo se pueden vivir dentro de un hospital.

Los médicos del Hospital Universitario, único que en la Isla de Tenerife, posee una antigua y desfasada Cámara Hiperbárica, determinaron entonces que no volvería a caminar jamás. Por mi particular naturaleza, nunca sentí temor, ni perdí la esperanza o fuerzas para luchar. Comencé a intentar ponerme de pie a orillas de mi cama, pero la primera vez que conseguí bajar de ella, fue tal el porrazo que me di que los moretones duraron largo tiempo en desaparecer. En cierta ocasión conseguí a través de una enfermera un andador y comencé mi odisea de salir a pasear por los pasillos, haciendo uso de la fuerza de mis brazos y prácticamente arrastrando los pies. El día que me mandaron a casa “parapléjico”, me llevé el andador (y cuando dejé de necesitarlo lo llevé de vuelta al hospital). Compré unas muletas y continué luchando día a día todo el tiempo que mis fuerzas me lo permitían. Desde entonces la historia, anécdotas, y situaciones a día de hoy van a sumar ya 3 años. Tres años de dolores las 24 horas del día, de arrastrar secuelas, de lucha en solitario desde hace año y medio. Pero las peores secuelas, no son las físicas, sino las del alma.

Cuando el Doctor Jefe del Hospital me vio un día caminando. Caminando como un borracho, pero de pie y sin muletas, este me llamó a una reunión en privado. Y recuerdo cuales fueron sus palabras: Señor Gutiérrez, déjeme decirle que su caso era grave, y es por ello que le hemos realizado un exhaustivo chequeo general que incluía análisis de sangre, corazón, resonancia magnética del cerebro, liquido raquídeo, gasometría, etc., a través de estos análisis descubrimos sorprendidos que UD posee una salud y fortaleza física increíbles, con 54 años de edad, UD tiene la fuerza y salud de un joven; luego UD no respondió a la cámara hiperbárica, y llegué a pensar que nos había mentido, y que seguramente habría hecho la barbaridad de bajar a 60 metros de profundidad por lo menos. Y continúo. ¿Qué es lo UD está haciendo? Yo me alegro mucho, pero en teoría UD no podría volver a caminar. No creo en las brujas, hechizos, ni en los milagros. ¿Cuál es su secreto? Le expliqué entonces lo siguiente: Nunca antes estuve en ningún hospital, porque no sufrí ninguna enfermedad ni accidente. Llevo 37 años practicando artes marciales, y al momento del accidente de buceo me encontraba en perfecto estado llevando un fuerte entrenamiento casi día a día, he concentrado todas mis fuerzas y energía en mi auto-rehabilitación. Incluso algunos amigos se han percatado de mi accidente 7 meses después, y no por mi. Otros aún no lo saben. Y todo tiene una explicación lógica y rasonable: Contarles a cada uno de ellos (son cientos y hasta miles) mi problema, mis dolores y penas; es simplemente "negativo". Es la fuerza del pensamiento, de la palabra, y de la escritura. Por el contrario, aunque casi imposible, procuré intentar llevar una vida "aparentemente normal". Si yo le contase..
He aplicado mis conocimientos acerca de la respiración, preparación física, control mental, puntos de acupresión, fuerza de voluntad, y lo que es más importante: “Auto superación al dolor”. Porque cada día al despertar, sentía (y aún todavía) que me duele todo el cuerpo como si me hubiesen apaleado con bates de béisbol. Me cuesta bajarme hasta de la cama, pero le hecho ganas y voluntad. Hago unos ejercicios previos, porque me cuesta coordinar neurológicamente entre mi tren superior y el inferior. Y luego entreno subiendo y bajando las escaleras de mi edificio. Agarrado claro a la barandilla, aunque me he dado unos cuantos porrazos, y muchas veces he vuelto a casa echando sangre por los pies, rodillas, caderas y codos, como si acabase de sufrir un accidente de tráfico. Curiosamente mi accidente fue en el agua. Y precisamente en el agua es donde mejor me siento. El doctor terminó diciendo: Debería UD escribir en un libro cual es el procedimiento que está siguiendo. Son cuestiones que desconozco, aunque muchas veces me he sentido atraído por la medicina oriental. Quizá esto pueda ayudar a otros en situaciones similares. Porque es verdad que la mayoría de los pacientes, no hacen ningún esfuerzo cuando tienen dolores, se excusan en el dolor y se quedan quietos todos los días metidos en la cama. Así de ese modo los músculos y ligamentos se atrofian de tal manera que en efecto, no consiguen jamás salir del trance.
Esta propuesta también me la han hecho un par de Directores y Productores de Cine. ¡Deberías escribir un guión para cine con tu historia; es real y muy interesante!. En el mundo del cine andamos escasos de ideas y tu historia general en el mundo de las artes marciales, tus logros, tu salud y tu accidente, del cual estás saliendo gracias a esos conocimientos es digno de llevar a la pantalla grande. Si lo haces, contarás con nuestro apoyo. Estoy en ello.

CONSEJOS BÁSICOS PARA AFICIONADOS Y/O PRINCIPIANTES AL DEPORTE DEL BUCEO:

1) Asegurarse de que el Centro de Buceo y sus Instructores estén legalmente titulados y Asegurados por la Federación Española (o regional correspondiente) de Actividades Subacuáticas. (FEDAS). Y Uds. también deben obtener y mantener actualizado el seguro médico correspondiente antes de cualquier inmersión. Y averiguar que la Cámara Hiperbárica más cercana no esté a más de 2 horas de trayecto.
2) Es muy importante recibir un buen curso de formación teórica antes de entrar al agua en profundidades peligrosas, e insistir o asegurarse de que habéis comprendido perfectamente acerca de cómo manejar vuestro equipo de buceo. Que controláis la flotabilidad, la compensación en descensos, como limpiar tus gafas bajo el agua, y la velocidad de ascenso y descompresión, etc. Existen muy buenos Instructores y libros al respecto. También encontraréis todo tipo de información en Internet. Más vale ser pesado preguntando que pasar por situaciones como la mía, u otras más graves.
3) Los textos dicen que si entráis sanos al agua, y al salir os ponéis malitos, es del agua. En caso de descompresión, cuyos efectos los empezáis a sentir como yo a los minutos de salir; otra inmersión junto a tu Instructor y una adecuada descompresión al subir soluciona el asunto. También indican las regulaciones que toda embarcación que transporte buceadores, debe llevar a bordo una botella de oxígeno extra para asistir a sus buceadores en estos casos. El oxígeno neutraliza o disuelve al nitrógeno (que es el mortal para nosotros).
4) En caso de realizar una nueva inmersión al cabo de un accidente, o de no poseer oxígeno de repuesto. El paciente debe ser trasladado inmediatamente a la Cámara Hiperbárica más cercana. Y una vez descartada la presencia de burbujas de nitrógeno, proceder a otros análisis. No como hicieron conmigo, todo al revés. Una sesión de Cámara Hiperbárica jamás será negativa en ningún sentido, todo lo contrario muchos famosos y millonarios la utilizan como tratamientos de belleza y juventud.
5) En caso de negligencia comprobada como fue mi caso ante el Centro de Buceo e incluso de la Ambulancia, proceder a realizar las denuncias correspondientes. Cosa que yo no hice. Y he tenido que lamentar posteriormente el conocimiento de que otros turistas han sufrido accidentes similares antes y después del mío. Incluso, uno de ellos posteriormente a mi caso, falleció debido a que se quedó sin aire a mitad del recorrido. Y ese centro aún continúa abierto.
6) Una inmersión no es como una sesión de Karate, Kenpo o Full-Contact, por el contrario al bucear se trata de relajarse totalmente, mantener la calma y la serenidad, no hay que realizar esfuerzos físicos de ninguna índole. Los seres humanos estamos hechos para vivir fuera del agua y no dentro de ella. El comportamiento de nuestro organismo a ciertas profundidades es muy distinto y por tanto debemos cumplir todas las normas y reglas previstas para disfrutar y no sufrir accidentes.
7) Mi accidente finalmente no se ha podido demostrar ni su causa, ni por la tanto la procedencia de su gravedad. Se presume que la botella de oxígeno haya estado oxidada por negligencia del centro en su cuidado y mantenimiento. Es decir, Oxígeno Envenenado..???

Después de casi tres años de mi accidente, el pasado día Domingo 5 de Agosto de 2007, y encontrándome de negocios en la Isla de Tenerife, fui invitado a realizar una inmersión en el Diving Tenerife Scuba de Las Galletas, en el Sur. Acepté el reto y la invitación de mi amigo alemán Juergen N. Hartman. Así el domingo a las 9,00 A.M. me recogía en el Hotel Torviscas Playa de Las Américas, el empresario también alemán Norbert A. Schilling y juntos realizaríamos una inmersión con el Instructor Escocés Andy McLeod. Andy es un profesional de cine y del buceo, es Director de Fotografía, y Cámara fuera y bajo el agua. Había mar de fondo, así es que buscamos un lugar menos movido. Finalmente la inmersión fue en un lugar llamado “Montaña Amarilla”. Esta sería mi inmersión número 22, a 23 metros de profundidad, y durante 30 minutos. La visibilidad era regular y el trayecto ameno. Son unas montañitas bajo el agua y hay una especie de cueva que tiene salida por la cima. Nos topamos con algunas especies de peces, mantas (chuchos), una morena entre las rocas, etc.., la foto superior es una de las que me realizó Andy en esta inmersión.

Mis amigos me preguntaban si no había sentido miedo. Miedo no, pero un leve gusanillo recorría mi ser. Después de tres años, has perdido la práctica como en todo, y así como el conducir que llegas a hacerlo sin pensar, conversando, escuchando música, o hablando por teléfono. En esta ocasión tenía que mantenerme concentrado en relación al manejo de mi equipo de buceo, al control de la flotabilidad, y a la descompresión adecuada. Todo salió bien gracias a la oportuna asistencia de Andy. Otros amigos y/o familiares me han dicho: “Que huevos tienes, volver a bucear después del accidente tan grave que has tenido”. La verdad, no es cuestión de huevos. Creo que los accidentes se llaman así precisamente así porque son eso “accidentes”. Y suceden cuando menos te lo esperas. Y no tendría porque volver a ocurrirte, si eres precavido y estás atento a lo que haces. Es decir, ser prudente y sensato. A menos que sufras “otro accidente” claro está, jajaja…

Todo fue muy bien, y en el fondo me sentí liberado de algún modo. No podemos arrastrar temores y si por el contrario debemos asegurarnos de haber aprendido la lección. Siempre dije que no me sentía condicionado, y que no tenía temor de volver a realizar una o varias inmersiones. Aunque, respeto si siento, y esto es algo que nunca hay que perder, porque la fuerza y poder del mar es inmensa, y porque el Buceo es un deporte de alto riesgo.

Mi “Osadía del pasado domingo 5 de agosto a 22 días de cumplir tres años de mi accidente, ha sido realizada con “Respeto”.

* Han sido tres años muy duros, pero el aprendizaje físico, moral y espiritual ha valido la pena. Todas las cosas de la vida traen consigo una lección; para bien o para mal.*
*1= Me percaté acerca de que el Centro de Buceo de Marina Los Gigantes, se encontraba en problemas con el Hospital regente de la Cámara Hiperbárica, por negarse a colaborar anualmente para mantener a los técnicos de la misma. En el hospital varios médicos buceadores conocían bien el desprestigio y negligencias de su director. Es un muy buen buceador decían, porque después de la muerte de su propio hijo en una inmersión a 60 metros, este se preocupó de estudiar y realizar diversos cursos. El problema es que han habido demasiados accidentes allí. Y continuarán si nadie los denuncia. Si no lo haces por ti, hazlo por las víctimas que vienen, me aconsejaron. Pero yo nunca lo hice por una sencilla razón, ocuparme de intentar salir adelante, estaba solo en la batalla y aqui debo agradecer a Mara y Lucio por su asistencia, compañía y comprensión durante mi primer año y medio.
*2= En conversaciones con un éx conductor de las ambulancias de Hospiten, este me comentó que mi error había sido darles la identidad de mi seguridad privada. A estos cabrones dijo, solo les interesa sacarles el dinero, y les da igual si en su cometido matan a un paciente. Deberías denunciar no solo al centro de buceo, sino también a los de la ambulancia quienes aún teniendo instrucciones para llevarte a la Cámara Hiperbárica, te han llevado a otro hospital para exprimir tu seguro.
*) QUE DIOS NOS LIBRE DE CAER EN MANOS DE ESTA GENTUZA, NO IMPORTA EN QUE SECTOR SE ENCUENTREN.
*) Agradezco a Dios haber sufrido este fatal y desgraciado accidente en carne propia. No hubiese podido soportarlo si le hubiese ocurrido a mi pequeño gran tesoro, es decir a mi hija.
*) La lección ha sido dura, pero provechosa en muchos aspectos.

Raúl Gutiérrez

Jueves 9 de Agosto de 2007

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